Echando un ojo a la abundante literatura turística existente de Panamá uno recibe diferentes sugerencias que le invitan a visitar y conocer los indígenas Dulenga, conocidos por Kunas, situados a lo largo de una estrecha franja de tierra en la costa atlántica de aproximadamente trescientos kilómetros, mas todas sus islas coralinas, se dice que se cuentan 365, una para cada día, explicaban los continentales infiltrados, la comarca limita al sureste con Colombia y a noreste con la provincia de Colón, desde Ciudad de Panamá hay diversas formas de realizar la visita, las más comunes serian por aire, donde puedes llegar a zonas cercanas a Colombia, o por tierra a las zonas más próximas y limítrofes con la provincia de Colón donde se encuentra el golfo de San Blas, esta fue la forma que elegí para conocer una parte de la extensa y bella comarca, un recorrido de algo más de cuatro horas que inicias en el alquitrán y acabas cruzando ríos y patinando entre senderos de barro y lodo, penetrando en la tupida selva tropical panameña hasta llegar al punto de conexión del cayuco, que trae como accesorio de serie, garrafa partida en
dos para que cualquier tripulante voluntario pueda sacar el agua que constantemente entra, ya sea por la popa o se filtra entre su costillar, digámoslo simple, cayuco con más de medio palmo de agua dentro para mantenerte los pies bien fresquitos durante los cuatro días que durara la epopeya, el mencionado transporte te lleva al sector Cartí donde se encuentra entre otras la isla Ukuptupu y las cabañas del mismo nombre, sería injusto conmigo mismo si no dejara constancia de lo que se podría denominar vivencia bajo mínimos, uno que alguna experiencia tiene en viajes, sabe que no se debe esperar grandes comodidades cuando recorres zonas indígenas, nativas y vírgenes, pero al contrario siempre se encuentras con un alto grado de higiene, protección de los mosquitos (estamos hablando de zonas de riesgo de malaria) limpieza, y cuidado con el medio ambiente, y especialmente gentes amables
contentas de recibirte en sus humildes guaridas y de generar intercambio de vivencias y colaboraciones personales, pues parece ser, por lo menos en la parte que yo conocí, que todo ello brilla por su ausencia, dormir en lo que algún día fue un colchón, hoy completamente destrozado y mugriento, cabañas abiertas a la jungla animal, baños de palangana de agua de lluvia recogida en bidones, platos de comida llenos de arroz, no pidas un pan adicional en el desayuno porque no te lo dan, pasajeros al agua por embarcadero que se desploma y todo ello a razón de 60 verdes diarios pagados en el lugar y a la matriarca. Ser indígena ya no es garantía de mantenerse protegido de la globalización y el aprovechamiento irracional, la respuesta a todo ello quizás la podemos encontrar en las grandes antenas parabólicas sustentadas en sus techos de palma, como ocurre el lo que parece ser un mundo de primera, la
caja tonta nos domina, nos hace perder nuestra dirección y sentido para el mantenimiento de nuestras raíces fundamentales; En que se convertirá el orgullo kuna influenciado por el sarcasmo consumista?, no nos achiquemos, que todo es aventura y siempre trae compensación, si bien, no puedes evitar reflexionar aun sea en el baño matinal de aguas cristalinas con arenas blancas y palmas cocoteras de la isla Perro y Pelicano, o aun mejor en el reflejo de las tímidas sonrisas de los niños kunas, ya de regreso en panamá, me preparo para recorrer parte de la selva del Darién, frontera natural con Colombia, veremos que nos depara . . .